Vida y obra de un gran periodista
La figura de Santa Ana, personalidad clave en la transformación experimentada por el periodismo español durante la segunda mitad del siglo XIX, apenas ha sido merecedora de unas muy escasas líneas dentro de la historia de la prensa de nuestro país. Ya en 1914, cuando solamente habían transcurrido veinte años desde su fallecimiento, Manuel María de Santa Ana había caído en el olvido. Hasta tal punto, que el político y periodista José Francos Rodríguez, quien fuera director del Heraldo de Madrid, llegó a reivindicar el nombre del reportero sevillano proponiendo que la prensa le rindiera un gran homenaje que enalteciera su memoria.
Unos años antes, Enrique Prúgent Lobera había escrito que «como propagandista del periodismo, como centinela avanzado de este gran poder, todos los periodistas debieran erigirle una estatua a Santa Ana». «Santa Ana, más relegado al olvido hoy en día que Valdeiglesias y que Luca de Tena, fue un personaje público en su tiempo y su peripecia vital merece ser recordada», dice el periodista y escritor José Manuel González Torga. Y continúa: «Está considerado nada menos que como el iniciador del periodismo moderno en España, con la introducción del diario noticiero». Por su parte, Jesús Timoteo Álvarez, tras destacar la personalidad periodística del sevillano –«Santa Ana es una de las figuras que más necesitan ser reivindicadas en la historia del periodismo español; un personaje clave en la segunda mitad del siglo XIX»–, no duda en afirmar que «de haber vivido cincuenta años más tarde, Santa Ana pudo haber sido un Lord Norcliffe».
Manuel María de Santa Ana, considerado como indiscutible pionero del reporterismo en España, llegaría a fijar en nuestro país las bases informativas sobre las que se asentó el periodismo moderno. En unos momentos en que la prensa se debía a los partidos a quienes servían y la vida de los periódicos dependía del interés del momento político, el periodista sevillano se presenta en 1848 con la Carta Autógrafa, una publicación manuscrita cuyas copias se imprimían en una sencilla máquina autográfica.
Haciendo uso de tan rudimentario medio que recordaba al noticierismo manuscrito de los relatores y avisadores del siglo XVII, Santa Ana abastecía a un limitado número de suscriptores con la información que él mismo, con un gran esfuerzo, se ocupaba de recoger por todo Madrid.
Con el paso de los años la legendaria publicación artesanal de Santa Ana daría origen a La Correspondencia de España, el diario que habría de fundamentar la fama y la fortuna de su creador y hasta el merecimiento del título de marqués de Santa Ana que la reina María Cristina le concede en 1889. La Correspondencia, a imitación del diario La Presse fundado por Girardin en París, fue la primera iniciativa periodística española gestionada con sentido empresarial y con capacidad para reportar cuantiosos beneficios. «Poder económico y político –resumen Laguna Platero & Martínez Gallego– fueron los resultados del éxito de Santa Ana como empresario periodístico».
De la INTRODUCCIÓN del libro.