"EL CASO STRAUSS. EL ESCÁNDALO QUE PRECIPITÓ EL FINAL DE LA II REPÚBLICA"
(Introducción del libro "El caso Strauss", de José Carlos García Rodríguez, publicado por Akrón en 2008)
Con
toda seguridad, la mayoría de los lectores identificarán el
significado de la palabra “estraperlo” como la compra o venta
ilegal de artículos en el mercado clandestino. Y, ciertamente, fue
este el nombre que recibió el mercado negro durante la Guerra Civil
y los años de posguerra en que los desaprensivos “estraperlistas”
se enriquecían con las especulaciones propias de las etapas de
escasez. La palabra “estraperlo”, definida como “comercio
ilegal de artículos intervenidos por el Estado o sujetos a tasa”,
quedaría perpetuada en el diccionario.
Tanto
los antecedentes como el desenlace del asunto del straperlo, también
llamado caso Strauss, tienen lugar durante los gobiernos de
centro-derecha surgidos tras las elecciones de noviembre de 1933.
Estos gobiernos, liderados por el centrista Partido Republicano
Radical de Alejandro Lerroux, contaban con la colaboración de otros
grupos menores (agrarios, de Martínez de Velasco;
liberal-demócratas, de Melquíades Álvarez; y regionalistas
catalanes, de Cambó), que recibían el apoyo de la CEDA de José
María Gil Robles, la minoría con mayor número de diputados en el
Parlamento. Con el apoyo cedista a los radicales de Lerroux, cuya
formación política había sido la más votada entre los partidos
que se proclamaban republicanos, la República parecía poder iniciar
una etapa capaz de superar los vaivenes extremistas que habían
caracterizado a su primer bienio. A pesar de las grandes diferencias
doctrinales entre el Partido Republicano Radical y la CEDA, al bloque
de centro-derecha se le suponía la mínima solidez que era necesaria
para iniciar un período de estabilidad capaz de contener el latente
peligro revolucionario. Sin participar en los primeros gobiernos
radicales, el partido de Gil Robles empezó a definir una nueva
actitud como partido del régimen, al tiempo que se preparaba para
poder formar futuros gobiernos de derechas, esperando para ellos la
reciprocidad del apoyo que prestaban a los ejecutivos liderados por
los radicales de Lerroux.
Frente
al bloque gubernamental, las fuerzas de oposición comprendían un
conjunto de partidos tanto de izquierdas como de derechas. Entre los
primeros se encontraban el Partido Socialista Obrero Español, la más
importante minoría de izquierdas con sus cincuenta y nueve
diputados; los radicales escindidos del partido de Lerroux y
liderados por Martínez Barrio en su Unión Republicana; la Esquerra
Republicana de Cataluña y la Izquierda Republicana de Azaña,
heredera de Acción Republicana y ahora reducida a seis escaños. En
la oposición de derechas estaban los monárquicos alfonsinistas de
Renovación Española, dirigidos por Antonio Goicoechea y José Calvo
Sotelo, y los tradicionalistas del conde de Rodezno. Otros
representantes de las derechas presentes en aquellas Cortes surgidas
de las elecciones de 1933 eran el grupo nacionalista vasco y algunos
diputados independientes, como José Antonio Primo de Rivera y Abilio
Calderón. Por su parte, los republicanos conservadores de Miguel
Maura representaban una opción centrista.
El presidente de la Generalitat, Lluis Companys, junto a Daniel Strauss (derecha), la actriz Anny Ondra y el boxeador Max Schmeling. (Barcelona, abril de 1934). |
No
se harían esperar las consecuencias del sangriento movimiento
revolucionario que logra sofocar el Gobierno. Así, se decreta una
censura de prensa que se prolongará hasta la campaña electoral de
1936, se intervienen ayuntamientos y se detiene a los máximos
líderes de las izquierdas, como Azaña, Largo Caballero o Companys,
a los que se someterán a procesos judiciales que diluciden sus
responsabilidades en los hechos; en tanto, otros dirigentes, como
Indalecio Prieto, lograrían huir al exilio. Los diputados
socialistas optan por abandonar el Parlamento, iniciándose una
desaforada campaña de denuncia de la represión llevada cabo por un
Gobierno triunfante que veía acrecentar sus posibilidades de
estabilizar el régimen republicano. En esta situación de
fortalecimiento del centro-derecha, las izquierdas evolucionaban
hacia una estrategia frentepopulista abierta a todos los grupos
obreros y republicanos ubicados al margen de la situación
gubernamental. Su único fin, tras las derrotas sufridas en las
elecciones de noviembre de 1933 y en el levantamiento de octubre del
año siguiente, era el revanchista desalojo del poder de unos
gobiernos que consideraban antirrepublicanos e ilegítimos.
En
esta convulsa situación política surge el caso Strauss que se
presentaba como un pretexto para quienes andaban a la búsqueda de
pretextos. Para las izquierdas, la tentación de hacer uso del asunto
del straperlo y convertirlo en un gran escándalo quedaba justificada
por la estigmatización del Partido Republicano Radical, cuya
descalificación política podía arrastrar a todo el bloque
parlamentario que venía sustentando a los sucesivos gobiernos de
centro-derecha. Para los grupos de derechas enemigos de la República,
el asunto del straperlo se presentaba como coartada para denunciar la
quiebra moral del régimen surgido el 14 de abril de 1931, al tiempo
que intentaban atraerse a la CEDA a sus posiciones.
La ruleta Straperlo |
Toda la trama del straperlo salta a la luz pública cuando el
Gobierno presidido por Joaquín Chapaprieta entrega a la prensa una
lacónica y, en apariencia, intrascendente nota. En ella, se daba
cuenta de haberse trasladado al Fiscal General de la República la
denuncia recibida de un ciudadano extranjero con el fin de que se
practicara la más amplia y escrupulosa investigación. Esta nota
gubernativa suscitó gran expectación y una efervescencia de
rumores, haciendo que los acontecimientos se precipiten. Así, el día
22 de octubre de 1935, en un clima de extraordinaria pasión, el
escándalo del straperlo, ya hecho público por los medios de
comunicación, pasa a las Cortes donde, tras ser debatido, se toma el
acuerdo de crear una Comisión parlamentaria que determinara las
posibles responsabilidades políticas derivadas de los hechos
denunciados. Probada, en parte, la denuncia presentada por Strauss,
los principales implicados fueron apartados de los cargos oficiales
que ostentaban, pasando el caso a manos de un juez especial que se
encarga de incoar el correspondiente sumario. Sin embargo, la
solución adoptada no logra satisfacer totalmente a los grupos
opositores, tanto de izquierdas como de derechas, los cuales
llegarían a coincidir en su petición de inmediata convocatoria de
elecciones como única salida a la crisis provocada por la ruleta de
Daniel Strauss.
Apenas un mes más tarde de salir a la luz el caso Strauss, estallaba
otro escándalo que, de nuevo, afectaba al Partido Republicano
Radical y, en general, a todo el Gobierno. Se trataba de otra
denuncia, aunque esta vez no partía de un aventurero internacional,
sino del ex-inspector general de Colonias Antonio Nombela Tomasich.
Nombela, siguiendo un conducto no habitual, denunciaba ante las
Cortes el procedimiento irregular que se había pretendido seguir por
altos cargos del último Gobierno presidido por Lerroux para atender
las demandas de indemnización de la Compañía África Occidental.
Tras la crisis generada por este nuevo caso que supone la eliminación
de los radicales de la escena política, el Presidente de la
República opta por el nombramiento de un Gobierno centrista, sin
respaldo parlamentario, presidido por Portela Valladares y con el
encargo de disolver las Cortes y convocar unas elecciones cuyos
resultados darían al traste con la posibilidad de reconducir la
República por cauces pacíficos.
Muchos fueron los factores que determinaron que el asunto del
straperlo llegara a impactar de forma tan extraordinaria en la
opinión pública española, provocando una generalizada reacción
social de repulsa. El hecho de que este affaire de entidad tan
limitada llegara a superar sus miserables proporciones, hasta
alcanzar la dimensión de escándalo nacional, ha sido relacionado
con la mala imagen que arrastraba el Partido Republicano Radical,
salpicado históricamente por grandes escándalos económicos. Pero
esta circunstancia sólo fue una más entre las muchas que
convergieron en el caso Strauss. Para llegar a entender el escándalo
del straperlo hay que tener bien presente la forma y el momento en
que éste se produce.