EDICIÓN REVISADA Y AMPLIADA DE "PEDRO BADANELLI, LA SOTANA ESPAÑOLA DE PERÓN"
Editorial: RD Editores, Sevilla
ISBN 978-84-156-5855-9
Fecha Publicación: mayo de 2014
Formato edición: EPUB - DRM
201 páginas
Portada del libro |
Editorial: RD Editores, Sevilla
ISBN 978-84-156-5855-9
Fecha Publicación: mayo de 2014
Formato edición: EPUB - DRM
201 páginas
PRÓLOGO DE "PEDRO BADANELLI. EL
PRESBÍTERO DE PERÓN"
PRESBÍTERO DE PERÓN"
por Roberto Bosca (*)
Roberto Bosca
|
En los últimos años se ha abierto paso no sin dificultades en el horizonte científico una categoría conceptual que permite una más profunda comprensión de algunos aspectos del escenario político de los últimos siglos. Se trata del sintagma “religión política”, que ha sido acuñado con el objeto de mostrar cómo, a partir de la modernidad, se produce la irrupción de una sacralización de la vida pública, expresada paradigmáticamente en los movimientos totalitarios desplegados con fuerza tan arrolladora como suicida a lo largo y a lo ancho de la primera mitad de la pasada centuria.
Aunque el primero
en utilizar la expresión parece haber sido el filósofo libertario
Rudolf Rocker, se puede decir que esta sugerente perspectiva fue
diseñada y profundizada por diversos autores europeos que abrieron
un nuevo campo de las ciencias sociales. Sus investigaciones
comienzan en los albores y se extienden a lo largo de todo el siglo
anterior, y en ellas adquirieron un principal protagonismo inicial
personalidades científicas de la talla de los intelectuales alemanes
Waldemar Gurian (1902-1954) y Eric Voegelin (1901-1985), el judío
polaco Jacob Talmon (1916-1980) y el eminente politólogo francés
Raymond Aron (1905-1983).
Sin embargo, y
pese a la importancia y a la originalidad de esta caracterización y
de la envergadura académica de sus expositores, salvo éste último,
todos ellos son en la actualidad escasamente conocidos y
consecuentemente apreciados fuera de sus propios ambientes, y se
puede decir que aún hoy constituyen autores casi de culto o al menos
leídos sólo por minorías.
El trabajo
original de estos primeros estudios fundacionales consistió en
roturar y sembrar un camino que fue luego continuado por una
ensayística, ella sí ya hoy reconocida y consagrada en escenarios
más amplios, constituida por obras a estas alturas consideradas
clásicas, como pueden serlo las de George Mosse y Norman Cohn. Más
recientemente, Emilio Gentile, Saul Friedlander y Jean Pierre
Sironneau, así como Michael Burleigh desde la perspectiva histórica,
han enriquecido este ya promisorio panorama científico con
originales y sugerentes aportaciones.
Básicamente,
según estos y otros tantos autores, la religión política se
configura cuando se consagra el primado de una entidad colectiva
secular, colocándola en el centro de una constelación de creencias
que asumen una función mesiánica en cierto modo sustitutiva de la
salvación sobrenatural, en tanto comprendida ésta en sentido
religioso. Se trata pues de una salvación de naturaleza inmanente
que representa la ilusión del paraíso perdido y reencontrado en
este mundo.
De otra parte, ha
sido una tentación perenne en la historia de las relaciones entre lo
religioso y lo político, la pretensión de ejercer un dominio
temporal, mediante la instrumentación política de lo religioso,
tanto en el resorte eclesial como en el político. Esta aspiración
reconoce identidades en los más variados regímenes políticos, y no
sólo en los totalitarios, aunque es en éstos donde se expresa de un
modo paradigmático.
Resulta en
realidad explicable que esto ocurra, porque la instancia religiosa
escapa al omnímodo poder estatal, es decir, no le está sujeto, o
para decirlo de otro modo, constituye una zona o un campo de libertad
donde la conciencia no reconoce ninguna imposición coercitiva. En la
perspectiva del talante autoritario, la ecuación es lineal: dominar
la religión sería el objetivo que permitiría dominar las
conciencias. El poder totalitario -precisa Svetlan Todorov- es hostil
a las religiones tradicionales, a menos que éstas le hagan un acto
de sumisión.
En la misma
dirección de las religiones políticas, y aun sin llegar en todos
los casos a las extremosidades del totalitarismo, ha sido también no
menos relativamente frecuente la figura de la “iglesia nacional”
como una caracterización conceptual donde la estructura eclesiástica
aparece subordinada al designio de un régimen o una ideología
política, o al menos expresando una cultura de signo nacionalista.
Esta actitud se caracteriza por una pretensión autonomista respecto
de la sede romana, e incluso de cualquier otra dependencia jerárquica
ajena a su propio ámbito. En ella radica el grado máximo del
regalismo, de larga tradición europea y española, de donde sería
heredado por las naciones latinoamericanas.
No se trata -como
podría creerse- de un fenómeno aislado o anclado en el pasado, sino
que encuentra visibles expresiones aun a partir de la modernidad, y
quizás precisamente por ello, caracterizado por una rica pluralidad
de proyectos (no siempre, desde luego, completamente realizados) de
signos ideológicos diversos y aún opuestos, como pueden dar cuenta
los “cristianos alemanes” de factura nacionalsocialista y la
aparición de una iglesia cismática mexicana que contó con un
seguimiento inicial de doce mil a mediados de la segunda década del
pasado siglo, y más recientemente, la figura de la “iglesia
popular” sandinista. Aun en nuestros días, ha sido denunciado el
intento de dar a luz una iglesia católica reformada imbuida de una
ideología “bolivariana” presuntamente impulsada desde el poder
político por el régimen chavista de Venezuela, al cual buscaría
dar un sustento religioso.
El peronismo ha
sido caracterizado en este mismo sentido como una religión política
en la que emerge como centro de la escena la figura fuertemente
mesiánica de Juan Domingo Perón, quizás y muy seguramente la
figura carismática más importante de la vida política argentina e
incluso una personalidad de primer relieve en el ámbito
internacional de la política contemporánea, a quien se ha asociado
también la pretensión de sustituir los contenidos doctrinales del
catolicismo por una reinterpretación justicialista del cristianismo.
Este dato
ciertamente controversial explicaría el punto de dolor del
enfrentamiento entre el peronismo y la Iglesia católica y en
particular el motivo de la actitud de esta última ante una
artillería legal (supresión de la enseñanza religiosa, ley de
divorcio, etc.) que ciertamente no había suscitado la misma
sensibilidad en otros escenarios similares, tanto locales como
extranjeros.
Si bien este
intento frustrado de una pretendida subordinación no habría
implicado necesariamente una secesión de tipo cismático, ni llegó
a concretarse en modo alguno en los hechos, se evidencia sin embargo
con cierta claridad en las conclusiones de algunos estudios
aparecidos en los últimos años, aunque ya el propio episcopado
argentino había denunciado esta misma intención en los momentos más
calientes del conflicto, que culminaría con la caída del régimen.
La aventura de una
iglesia subordinada al poder político, o de algún modo sujeta a él
contaba desde luego con desvaídos y precisamente por ello mismo
fallidos antecedentes en la historia argentina, comenzando por el
regalismo hispánico. Uno de los más lúcidos ideólogos de la
pretensión de un neocristianismo justicialista parece haber sido un
influyente personaje del momento, constituido en alto patriarca en la
jerarquía del régimen. Se trata del médico santafesino Raúl
Mendé, a quien la ya hoy abundante bibliografía sobre el peronismo
no ha prestado sin embargo suficiente atención.
Esta peregrina
iniciativa no suscitaría sin embargo adhesiones en el clero local,
lo que constituye uno de los factores de su fracaso, pero no por ello
inhibe su realidad y acredita su tratamiento científico. Sin
embargo, pese a no haberse concretado, forzoso es decir -y es lo que
justifica desde más de un punto de vista la obra biográfica que
sigue a esta introducción- que ella encontró un solitario albergue
en la pintoresca personalidad de un clérigo andaluz que terminó su
vida como obispo de una iglesia, en este caso ya propiamente
cismática. Se trata de la Iglesia Católica Argentina No Romana
(ICAA), que bajo la advocación o título de “Santa Evita de los
Humildes” impulsaría la declaración de santidad (obviamente en su
propio espacio religioso y no en el de la Santa Sede romana) de María
Eva Duarte de Perón, quien constituye un resonante caso de
canonización popular en materia política similar al de su no menos
célebre compatriota Che Guevara.
Este sacerdote
católico que como otros miembros del clero realizó conscientemente
una opción por el peronismo, incurriendo por ello mismo en un
grosero clericalismo, es quien constituye el objeto del cuadro
biográfico trazado por su paisano José Carlos García Rodríguez.
Se trata de Pedro Ruiz Badanelli, quien revelaría una personalidad
no menos viva que extravagante y controversial, a la cual no es ajena
una entonces clandestina y vergonzante homosexualidad, hoy convertida
casi en un ícono de la posmodernidad.
El autor describe
las principales aristas del genio del personaje como brillante
conferenciante, ensayista, poeta y novelista, quien tras su
emigración a la Argentina abandona el cultivo de la vida literaria
-aunque no su vocación de escritor- para consagrarse al ejercicio
pastoral en localidades del interior santafesino, en el corazón de
la “pampa gringa”, así llamada por su colonización extranjera,
primordialmente por italianos y españoles, pero también por una
importante corriente migratoria oriental proveniente del imperio
otomano y de los países europeos centrales.
El conflicto del
peronismo con la Iglesia católica -escenario de fondo del trabajo
biográfico- sorprendería no obstante a Badanelli ya suspendido en
su ministerio, elemento que seguramente brindó alas a su actitud
fanática ante el peronismo y a su cuestionamiento de la jerarquía
eclesiástica local. La radicalización de este cuadro le llevaría
al clérigo díscolo a romper formal y definitivamente con la
ortodoxia católica, al incorporarse a la Iglesia Católica
Apostólica Argentina, fundada por el obispo Leonardo Morizio
Domínguez, de la Iglesia Católica Apostólica Brasilera, quien a su
vez ordenó obispo al propio Badanelli, cuyo lema episcopal exhibe el
elocuente e inequívoco mensaje político “Paz y Justicia
Justicialista”.
Este detalle que
se consigna resulta en mi opinión por sí mismo suficientemente
expresivo de su propia concepción unitaria, que implica una fusión
de elementos políticos y religiosos. La versión brasileña de la
iglesia nacional, matriz de otras latinoamericanas, había sido
fundada por el obispo católico cismático Carlos Duarte Costa,
canonizado como “Sao Carlos do Brasil” y excomulgado por el Papa
Pío XII. Como es el caso de las iglesias brasileña y la argentina,
existe una considerable cantidad de denominaciones que se consideran
católicas pero que no están sin embargo en comunión con la sede
romana. Este es el caso de las nombradas, confundidas a menudo en el
sentir popular con aquélla.
El perfil de este
estrafalario personaje eclesiástico pese a su fuerte impronta
política se mantuvo en un opaco segundo nivel en los relatos sobre
el conflicto hasta ser rescatado hace ya un par de años por la
ajustada monografía histórica de José Carlos García Rodríguez,
quien traza un cuadro biográfico de Ruiz Badanelli, realizando así
un ponderable aporte al ya voluminoso patrimonio de estudios sobre el
peronismo en general y el conflicto en particular, pero huérfano aún
de este tipo de inquisiciones.
Con “Pedro
Badanelli, el Presbítero de Perón”, una obra que es ampliación y
profunda revisión de su anterior biografía de Badanelli, editada en
España por Akrón en 2008 y con prólogo de Horacio Vázquez-Rial,
el escritor español se une a una ya ponderable saga de estudiosos
del peronismo ajenos en residencia y nacionalidad a la propia
comunidad argentina, como Joseph Page, Raanan Rein y Robert
Cassweller, entre otros. El trabajo, de otra parte, se inscribe en la
profundización sobre el conocimiento de protagonistas de segundo
orden pero de no escasa importancia en la historia del peronismo,
hasta tiempos recientes opacadas en su interés por el brillo estelar
de un líder omnipresente.
La monografía
reseñada recorre en apretados trazos la vida de Ruiz Badanelli,
mientras describe los rasgos más acusados de su peculiar
personalidad, espigando en sus ideas sobre la vida, la cultura y la
política y en sus avatares existenciales en el viejo y en el nuevo
mundo. Una parte central de esta investigación está representada
por su conversión al peronismo y el conflicto personal con la
Iglesia católica, imbricado por lo dicho en el institucional entre
ésta y el régimen peronista.
Debe decirse que,
en tal sentido, García Rodríguez muestra un apreciable conocimiento
de la discutida naturaleza de la cuestión y de su carácter al mismo
tiempo política y religiosa e inscripta en la dinámica del
peronismo como religión política y en la configuración de una
reinterpretación justicialista del cristianismo. Es precisamente en
este asunto en el que Badanelli adquiere una singular relevancia y
centralidad, que sin embargo no debe ser tampoco exagerada en el
cuadro general de dicho proceso.
Desde luego quedan
aún muchos tramos de esta historia por dilucidar, entre otros y como
se dijo la influencia del nombrado Raúl Mendé, de lo cual
seguramente futuros investigadores darán cuenta. Pero el estudio que
ahora es editado en la tierra que fuera escenario de este momento
histórico, ya algo alejado en el tiempo pero aún rico en
ulterioridades, ha hecho un específico aporte que resulta muy de
agradecer.
(*) El argentino Roberto Bosca es abogado por la Universidad del Salvador y Doctor en Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires. Es profesor a tiempo completo de Doctrina Social en la Universidad Austral y miembro del Consejo Argentino para la Libertad Religiosa y el Consorcio Latinoamericano de Libertad Religiosa.